martes, diciembre 3

COP 16 Paz con la Naturaleza: más acciones, más financiación, menos discursos

Entre el próximo lunes 21 de octubre y el viernes 1 de noviembre de 2024, tendrá lugar en Cali-Valle del Cauca la edición número 16 de la Conferencia de las Partes (COP) con la presencia de representantes de más de 190 países. Este es el órgano rector del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), un tratado internacional adoptado en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992.

Por: Santiago Barreto Triana.

Allí se revisará el Marco Mundial Kunming-Montreal de Biodiversidad, que incluye 23 metas para revertir la pérdida de biodiversidad hacia 2030 y alcanzar armonía con la naturaleza para 2050. Su objetivo es establecer agendas, compromisos, medidas y marcos de acción para proteger, conservar y aprovechar de manera justa, equitativa y sostenible la diversidad biológica de nuestro planeta.

En ese orden de ideas, son muchos los asuntos ambientales que Colombia como país megadiverso debe visibilizar en la COP16 para que sean tenidos en cuenta por los lideres mundiales y de esta forma, lograr integrar esfuerzos para construir entre todos soluciones a estos desafíos desde las distintas posibilidades que nos brindan los grandes adelantos del siglo XXI en materia de ciencia, tecnología e innovación.

Uno de estos temas es el planteado en el libro “Cumbres Blancas: Un homenaje a los glaciares colombianos” donde se hacen llamados urgentes para salvar a estos gigantes de hielo ante el acelerado proceso de desaparición al que se han visto expuestos por el extremo avance del calentamiento global.

Los glaciares son una masa de hielo, nieve y detritos, cuyo modo de vida es dinámico y está en movimiento constante: se congelan y se derriten a partir del intercambio energético con los factores atmosféricos. Estos tienen zonas de acumulación, donde el cuerpo de hielo mayormente se alimenta de nieve y gana masa, y otras zonas de ablación, donde el agua solida cambia de estado y se desprende gota a gota para alimentar ríos, paramos y bosques altos.

La desaparición de los glaciares ubicados en la alta montaña tendría profundas consecuencias en el abastecimiento de las cuencas hídricas, en la regulación de los ecosistemas anexos y en la vida de las poblaciones aledañas. En Colombia, las cuencas en las que hay presencia de glaciares tienen regímenes mixtos, se abastecen del agua de la lluvia y del agua del glaciar. Además, estos hacen regulación micro-climática de la alta montaña que permite que ecosistemas como los páramos sigan siendo reservorios y reguladores de la oferta hídrica. Lo que quiere decir que sin la presencia de estos en el futuro, durante los periodos de sequía habrá menos agua disponible en sus áreas de influencia.

De acuerdo con la Expedición Coreográfica que realizó Agustín Codazzi durante la segunda mitad del siglo XIX, el país tenía unas catorce montañas con cobertura glaciar. Además de los seis glaciares que aún existen en el territorio nacional pero que lamentablemente se encuentran ante un inminente peligro de extinción. Desde 1850, cuando finalizó el último periodo frio de la tierra, conocido como la Pequeña Edad de Hielo, Colombia ha perdido más del 90% de su extensión glaciar.

Los 6 glaciares sobrevivientes son: 1). La Sierra Nevada de Santa Marta (5.755 m.s.n.m.), 2). La Sierra Nevada del Cocuy (5.330 m.s.n.m.), 3). El Volcán Nevado del Tolima (5.280 m.s.n.m.), 4). El Volcán Nevado de Santa Isabel (4.968 m.s.n.m.), 5) El Volcán Nevado del Ruiz (5.311 m.s.n.m.) y 6). El Volcán Nevado del Huila (5.364 m.s.n.m.).

Los 8 glaciares extintos son: 1). Volcán Puracé (4.646 m.s.n.m.) , 2). Volcán Galeras (4.276 m.s.n.m.), 3). Volcán Sotará (4.580 m.s.n.m.), 4). Volcán Chiles (4.470 m.s.n.m.), 5). Volcán Pan de Azúcar (4.700 m.s.n.m.), 6) Volcán Paramillo del Cisne , 7). Volcán Paramillo del Quindío y 8). Volcán Cumbal.

Conforme al “Informe del estado de los glaciares colombianos 2022” elaborado por el Instituto de hidrología, meteorología y asuntos ambientales (IDEAM) el área glaciar de los tres volcanes nevados ubicados en el Parque Nacional Natural de los Nevados, -la reserva de agua más importante para más de tres millones de personas del Tolima, Quindío, Risaralda y Caldas; y para la agroindustria de los valles de los ríos Magdalena y Cauca-, ha disminuido dramáticamente durante el periodo 1850-2022.

Por un lado, El Volcán Nevado del Tolima pasó de un área glaciar de 8,6 km2 a un área glaciar de 0,49 km2. Por otra parte, El Volcán Nevado del Ruiz pasó de 47,5 km2 a 7,68 km2. Mientras que El Volcán Nevado de Santa Isabel pasó de 27,8 km2 a 0,29 km2.

El retroceso glaciar no depende solamente de que las temperaturas del planeta sean más altas y que esto lleve a que se derritan más rápido. Ese  no es el único problema, pues el deshielo es un proceso natural vital necesario para alimentar ríos, regular el clima y el agua en la alta montaña.

El grave problema es que la caída de la nieve tiende a disminuir porque a medida que aumente la temperatura la “isoterma cero” se mueve hacia arriba. -Este es el nombre que recibe la línea altitudinal que marca 0 grados centígrados y que es fundamental para la vida del glaciar, debajo de ella el vapor de agua se vuelve lluvia, y arriba ese vapor pasa al punto de congelación y se vuelve nieve-. Mientras más escale esta isoterma cero, más pequeña será la parte de montaña en la que nevará.

De acuerdo con algunos expertos, hace unos 10 años, se había calculado que la altitud promedio de la isoterma cero para Colombia era de 4.953 m.s.n.m. A este ritmo de calentamiento global, llegará un punto en el que la isoterma cero será más alta que las cumbres donde se ubican los glaciares sobrevivientes. Lo anterior quiere decir que sobre estos no volverá a caer nieve, sino solo lluvia. Perderán por completo su zona de acumulación, y sin posibilidad de ganar masa, sus hielos estarán condenados a derretirse hasta desaparecer.

El próximo en esta cadena será el glaciar del Volcán Nevado Santa Isabel, pues la mayoría de sus cumbres no alcanzan los 5.000 m.s.n.m. A ello se suma el hecho de que ésta área glaciar se encuentra sobre un volcán activo y recibe, además, la ceniza que llega desde el Volcán Nevado del Ruiz, lo que aumenta el calentamiento de su superficie y acelera su derretimiento.

En el caso del Volcán Nevado Santa Isabel, la perdida de capa glaciar en los últimos 177 años fue equivalente a pasar de 3.782 canchas de futbol como las del Estadio Manuel Murillo Toro a tener solo el equivalente de 39 de estas mismas canchas.

Según los pronósticos de los expertos el de Santa Isabel, ubicado a 4.965 m.s.n.m. -el sobreviviente de menor altura del país- ya habrá perdido por completo toda su capa glacial aproximadamente para el año 2030. Es probable que los demás glaciares del país se hallen extintos a mediados del siglo XXI.

Lamentablemente, los expertos sugieren que es inevitable tanto que mueran los glaciares, como que vivan de nuevo, dentro de miles de años, en una próxima glaciación. Por consiguiente, no estaremos aquí para verlos; lo que permite replantear que el problema de la extinción glaciar no es, pues para el planeta. La tierra sobrevivirá a la raza humana, seguirá con sus procesos vitales y esperara miles de años para que vuelvan estas gigantes masas de hielo. La gravedad de la muerte de los glaciares es, realmente, para nosotros mismos. Reflejando un vergonzoso indicador del impacto del cambio climático que advierte el trato que le hemos dado a nuestra Casa Común.

Bajo esta premisa, los responsables directos de esta preocupante situación somos los seres humanos que habitamos este hermoso planeta. Tanto la forma en que producimos y consumimos bienes y servicios; como los medios que utilizamos para movilizarnos, han creado una crisis climática y ambiental planetaria sin precedentes. De acuerdo al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) para limitar el aumento de la temperatura de la tierra a 1.5 C° las emisiones netas mundiales de CO2 de origen humano tendrán que reducirse en un 45% para 2030 con respecto a los niveles de 2010, y seguir disminuyendo hasta alcanzar el “cero neto” aproximadamente en 2050. De lo contrario entraremos en un punto de no retorno donde no habrá marcha atrás.

Por su parte el Reporte Global de Emisiones de Gases Efecto Invernadero elaborado a partir de  la Base de Datos de Emisiones para la Investigación Atmosférica Global (EDGAR) de la Comisión Europea, estimó que para el año 2024 el mundo emitió 53.000 millones de toneladas de CO2 equivalentes (tCO2eq/año), de las cuales el 54% corresponden solo 4 de los más de 190 países responsables del total de las emisiones: China 30% (16.000 millones tCO2eq/año), Estados Unidos 11% (6.000 millones tCO2eq/año), India 8% (4.100 millones tCO2eq/año) y Rusia 5% (2.600 millones tCO2eq/año). Si tan solo estos 4 países se pusieran de acuerdo en reducir sus emisiones, el planeta cumpliría la meta propuesta de mantener el aumento de la temperatura por debajo de 1.5 C° a 2030.

Lo anterior permite deducir que si el país actuara unilateralmente ahora mismo para detener sus emisiones de gases efecto invernadero, el clima igual seguirá cambiando por varios años mientras desaparecen estos gases de la atmosfera. Con nuestro pequeño aporte como país no industrializado podríamos aportar marginalmente a reducir los efectos de las emisiones que causan este problema; pues Colombia tan solo es responsable del 0,42% de estas emisiones con un total de 223 millones tCO2eq/año

Dicho esto, esperemos que el gobierno nacional no haga de éste importante evento de la COP16, un espectáculo mediático para seguir haciendo populismo ambiental pensando en las próximas elecciones en lugar de pensar en las próximas generaciones. Ésta es una gran oportunidad para hacer políticas de Estado serias de acuerdo a las posibilidades y necesidades del país fruto de la inteligencia colectiva, el trabajo colaborativo y la corresponsabilidad internacional. Ya actuamos demasiado tarde para evitar que nuestros glaciares desaparezcan, esperemos no volver a hacerlo para proteger toda nuestra mega diversidad. Ya que poseemos la mala costumbre de valorar las cosas cuando nos damos cuenta que ya no las tenemos.

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