lunes, septiembre 16

Arracacheros en la quiebra

Allá entre surcos de arracacha, en la finca del chuzo, corregimiento de ANAIME, municipio de CAJAMARCA, vi por primera vez, la luz del día y la estrellada noche. Garitearle  a  los jornaleros que deshierbaban  las juveniles plántulas de arracacha  era una tarea cotidiana en verano; ver las recuas de mulas cargadas con la cosecha era una alegría anual, el próximo domingo no faltaría sin duda él estrene de pies a cabeza. Así transcurrió mi infancia y aún no olvido el olor del colino, la cepa y la arracacha.

Por: Emilio Toro

Pronto comprendí, que lo mío no era el azadón, ni mi espalda al sol y a la inclemente lluvia (mi flojera para el trabajo material es innata); como cualquier cobarde desagradecido  abandone el campo; el café Roma de don Esau García fue mi  destino; allí fui acogido como su  lavaplatos, garitero y posterior cajero. Lo demás es historia provincial que no viene al caso reseñar.

Desde esas pretéritas épocas no olvido el sacrificio, la humildad y  LA SOLITARIA LUCHA  DE NUESTROS ABNEGADOS  CAMPESINOS, (solo acompañada de su cerrado y modesto  núcleo familiar); lo arduo de la labor del campo,  los jornaleros doblando su espalda para arar la agreste y rebelde tierra de nuestra zona rural.    

Creo que  CAJAMARCA es el municipio del país donde más se usa el azadón para labrar la tierra, tarea muy agotadora y compleja; en Boyacá por  la topografía es más tecnificada. Puedo afirmar con certeza que cualquier CAMPESINO nato se adapta a cualquier trabajo material urbano, pero ningún pueblerino  se acopla con naturalidad a golpear el mundo con un azadón.                                                           

Por lo anterior  y por muchas razones más, por donde voy, pregono con orgullo ser oriundo de LA DESPENSA AGRÍCOLA DE COLOMBIA, la misma que en abundancia surte de productos  agrícolas , las grandes superficies del país, productos que  sacian o al menos mitigan el hambre de muchos Colombianos; eso sí, olvido y me apena expresar, que mis CAMPESINOS  son de los más abandonados, excluidos y marginados  del territorio Nacional; los más explotados por una clase dirigente insensata y abusiva, que los tiene abandonados  en el cuarto de San Alejo, sufriendo el “síndrome de Diógenes”  a los que con costalados de falaces abrazos, picos y promesas  solo visitan  en épocas electorales los políticos de turno y como eximios  “traficantes de necesidades populares”.

Hoy y desde hace varios años, los laboriosos  CAMPESINOS  de mi querido terruño, viven una de la más GRAVE CRISIS  económica de su historia saturada de abandono y miseria institucional, fruto del IRRISORIO PRECIO DE LA ARRACACHA, la misma que para su cultivo requiere de insumos importados, demasiado costosos. Estos  factores aunados a la pandemia , los efectos del verano y el abuso del poder dominante de las mafias reinantes, han incrementado arbitrariamente la crítica situación del agro.               

Claro, ahora todo está muy caro, el precio del dólar está muy alto y en consecuencia sube el costo  del huevo, el pollo, toda la canasta familiar, el hierro, el transporte etc. , etc., y hasta los pedos de las reinas, los traquetos tienen que pagarlos más caros, ellos vienen aromatizados con el consumo de productos importados y hay que pagarlos en verdes. Esa es la triste y vergonzosa  realidad.                                  

En mis reflexiones  solitarias no está el solucionarles tanta injusticia tradicional de las que han sido víctimas nuestros olvidados CAMPESINOS; eso sí, tengo certeza que esa responsabilidad nos atañe a muchos de los que hipócritamente alardeamos con falso orgullo de nuestro origen CAMPESINO, desconociendo y eludiendo la obligación moral y civil  que nos asiste, como nativos de ese prodigioso municipio, hoy tan olvidado, afectado y excluido.  Qué orgullo tan hipócrita y silencioso el mío, que miserable he sido con el pueblo donde nací.